Berlín, Berlín: Le habla un hombre malo de la pradera
Ui, cuanto tiempo hacía que no actualizaba el blog... Lo menos medio año, ya casi ni me acuerdo, la verdad es que un puñado de tiempo, si. No sé, hoy he entrado para ver si alguien había dejado algún comentario nuevo y como que no... por eso le he dicho al Marín "¿A que actualizo?". Y venga, actualizo. Soy como el pavo ese que sale en un episodio de "Padre de Familia", cuando la Meg se hace guapa que le dice "Te vendré a buscar cuando me de la gana", y al cabo de un rato dice "Ahora me da la gana, he venido a buscarte". Así en frío no tiene gracia, pero visto estaba bastante más chulo y gracioso, para qué nos vamos a engañar.
Bueno, toca hablar de Berlín. Hace tantísimo tiempo que no sé si habré olvidado detalles importantes que puedan joder la historia. Para eso pido la estrecha colaboración de todos vosotros si alguna vez os he contado algo (yo o mis compañeros del DS), y evidentemente a mis compañeros del DS para que vayan actualizando también ellos de vez en cuando (y no me valen excusas como "no tengo cuenta de Gmail", porqué sé que tenéis, ni "es que tú eres más gracioso").
Bien, después de un mortal viaje en el tren de la muerte que nos llevó desde Praga hasta Berlín (el Death Train o Tren de la Muerte tendrá su propio post, no os preocupéis) llegamos hasta Berlín. Si no recuerdo mal, yo iba con mi camiseta de "la Sexta" que ponía algo así como "Tiki Taka", lo cuál hizo que en la estación de Praga nos hablaran unos en español sin haber soltado nosotros ni una palabra con ellos. Llegamos a la pedazo estación que había en Berlín (enoooooorme) y hablamos con una señorita que nos dijo que metro teníamos que coger hasta nuestro albergue, que creo que fue el más barato de todo el viaje. Nos montamos en el metro, del cuál me enamoré, y al llegar al albergue conocimos al recepcionista mariquita que rebautizó al Marín como brasileño, así que pasó a conocerse como "Navão Dos Santos". Además, se río del nombre del Iñaki cuando le enseñó el DNI: "Igggggggnaaasiooooooooooooooooo???????????". Por suerte yo me libré de la quema, porqué me hice amigo de él y le iba a preguntar cosas.
Después de ducharnos para quitarnos el sudor que nos vestía el cuerpo, si no recuerdo mal fuimos dando un paseo por la zona comunista (que era en la que nos alojábamos, en Frankfurter Tor, la Puerta de Frankfurt y yo con estos pelos), donde vimos los famosos muñequitos chulis de los semáforos y de allí hacia el East Side Gallery, el "trocito" de muro superviviente de Berlín. Y digo trocito porqué había un buen pero buen cacho, cosa de kilometro y medio o dos.
Así nos fuimos acercando progresivamente hacia la civilización, porque había calles en el camino que estaban totalmente vacías... hasta llegar a la Alexander Platz, que es uno de los centros neurálgicos de todo Berlín. Allí estaba el City Bistro, el lugar donde comeríamos, si no cada día, casi cada día en Berlín, lo que propició que no pudiéramos salir la última noche en Berlín porqué a servidor se le indigesto el currywurst. Además, cerca de allí estaban los ayuntamientos de la ciudad, uno rojo super chulo, y unas fuentes, una iglesia (rebautizada iglesia de la cerveza, ya que el Iñaki dijo "¿Cómo no te van a dejar entrar con cerveza? ¡Si estamos en Alemania!") en la que asistimos a una misa que al Iñaki le pareció bastante graciosa, más que nada porqué iba taja.
Después fuimos a la plaza de las catedrales a pegarnos un remojoncillo en la fuente, una delicia que todos debéis probar si váis a Berlín en verano. Las catedrales, también muy chulas, las dejaríamos para visitar otro día, que a esas horas de la tarde ya estaban cerradas. Andando andando, nos hicimos todo el paseo de Unter der Linden hasta la Puerta de Brandemburgo, que en un principio sólo el Marín quería ver pero que nos acabó enamorando a los tres. La verdad es que es una putada que no hubieran estaciones de metro ni remotamente cerca de allí y que tuvieras que pegarte una pateada de casi un kilometro para poder verla, pero vale la pena. Además, estaban haciendo una estación por allí cerca, así que espero que la próxima vez que vaya ya esté construida. Cerca de la puerta de Brandemburgo estaba el parlamento alemán, que también para esas horas estaba cerrado (¿o era domingo?). La cuestión es que volvimos allí dos días después, porqué nos fue imposible entrar. Luego cenamos en el City Bistro, donde el Marín necesitó hacerse cerca de 50 fotos para verse bien en una, una currywurst, la primera vez, pero no la última que la comíamos en Berlín.
Al día siguiente, nos dirigimos de nuevo hasta Alexander Platz, ahora en metro, donde pudimos comprobar (diría que lo hicimos la noche anterior, pero no estoy seguro) el sonidito del "Uuuuuh Uuuuuuh", que promocionaba un espectáculo de teatro de vampiros.
Después del impás, volvemos al hilo principal. Esa mañana visitamos la isla de los museos de Berlín (aunque no entramos en ninguno, no estaba el dinero para tirarlo), y después fuimos a visitar otra parte del muro, dos paredes que había en medio de una plaza y que eran una mierda (mea culpa) y luego una exposición sobre los nazis en Berlín, que era tremendamente interesante (os la recomiendo a todos), pero con la calor que hacía estuvimos a punto de morir achicharrados. "Topografía del Terror" se llamaba... terror absoluto sentimos nosotros con esa calor.
Después de comprarnos de nuevo y por error una botella de "agua frizzante" que el Marín intentó "desfrizzar" y que acabó sabiendo a suero, volvimos a la Alex (así es como la llaman los alemanes guays, que me he informado), allí comimos probablemente (no recuerdo) y luego por la tarde ya empezamos a tirar, otra vez desde allí, hasta el monumento a los rusos que había en un parque que estaba pasando la puerta de Brandemburgo, osea un paso de la ostia, que hizo crecer bullofas en mis pies y hizo que me decantara por usar las bambas buenas al día siguiente. Durante el camino pasamos por un zoo, incluso, además de los cañones y toda la historia del monumento a los rusos liberadores de Berlín (todo en ruso, eso sí, no había quien tuviera cojones a leerlo). Aparte, pasamos por un parque muy bonito, donde encontramos una de esas curiosidades de la vida, y es que en un mismo parque había a un lado una barbacoa de un grupo de nudistas, allí con todas sus vergüenzas al aire, y al otro lado una barbacoa de islámicos, con las niñitas con el burka jugando al freesbee... curioso para España, pero se ve que es de lo más normal que te puedes encontrar en Berlín. También recuerdo ver el primer día un punki vestido con una falda rosa de vieja, con tirantes y sin camisa, una cresta rosa bebiendo cerveza en un banco en medio de la ciudad... Berlín, Berlín... (¿Alguien miraba esa serie? Yo miraba "Turc per principiants", que estaba chulo).
Y bueno, como me acabo de dar cuenta que estoy escribiendo demasiado y que nadie se lo va a leer, voy a empezar a subir el ritmo. Al siguiente día volvimos al parlamento alemán, pero la famosa cubierta superior estaba siendo limpiada... así que no la podimos visitar. Por lo demás, todo bastante chulo, nos hicimos algunas fotos patrióticas. Después, y tras haber consultado yo esa mañana con el recepcionista mariposilla dónde había una playa artificial en Berlín, que habíamos visto en un programa de "la Sexta" que hizo el Luisma, nos mandó al culo del mundo: total, que cuando llegamos aquello no era lo que habíamos visto por la tele, pero realmente era una playa artificial, llena de padres con sus retoños y con un supertobogán en medio del agua, por el que el Iñaki y yo nos tiramos unas cuantas veces (había que pagar entrada a la playa, pues ya que estamos nos tiramos unas cuantas veces... el rancio del Marín sólo se tiró una). Después de ver el Iñaki y yo al triunfador del viaje, que era un pavo que estaba ligando con dos tías alemanas a la vez, nos fuimos a comer una pizza, por 5 euros a un bar que había allí. Muy baratito y bastante bueno, aunque es verdad que la masa era muy finita. Acto seguido echamos unas partidas al super ajedrez gigante que había por allí también, una partida en la que el Marín se aprovechó de la poca comunión que existía entre los K's para darnos una épica paliza en la peor partida de ajedrez que se debe haber jugado nunca jamás.
Fuimos a visitar una cosa que nos había quedado (no estoy seguro de lo que era, sinceramente) y luego dispuestos a salir aquella noche nos tuvimos que quedar en el hotel bebiendo Franziskaners y jugando al futbolín con unos norte-americanos, dado que yo me había puesto muy malito en el mismo momento de salir del hotel y tuvimos que volver. Por esa razón, hay que volver a Berlín: para salir de fiesta.
Y ya está, ha salido un post bastante largo, pero para hacer casi un año que no escribo nada, no está nada mal, ¿no?
Next time on DS: Death Train