viernes, 12 de septiembre de 2008

Berlín, Berlín: Le habla un hombre malo de la pradera

Ui, cuanto tiempo hacía que no actualizaba el blog... Lo menos medio año, ya casi ni me acuerdo, la verdad es que un puñado de tiempo, si. No sé, hoy he entrado para ver si alguien había dejado algún comentario nuevo y como que no... por eso le he dicho al Marín "¿A que actualizo?". Y venga, actualizo. Soy como el pavo ese que sale en un episodio de "Padre de Familia", cuando la Meg se hace guapa que le dice "Te vendré a buscar cuando me de la gana", y al cabo de un rato dice "Ahora me da la gana, he venido a buscarte". Así en frío no tiene gracia, pero visto estaba bastante más chulo y gracioso, para qué nos vamos a engañar.

Bueno, toca hablar de Berlín. Hace tantísimo tiempo que no sé si habré olvidado detalles importantes que puedan joder la historia. Para eso pido la estrecha colaboración de todos vosotros si alguna vez os he contado algo (yo o mis compañeros del DS), y evidentemente a mis compañeros del DS para que vayan actualizando también ellos de vez en cuando (y no me valen excusas como "no tengo cuenta de Gmail", porqué sé que tenéis, ni "es que tú eres más gracioso").



Bien, después de un mortal viaje en el tren de la muerte que nos llevó desde Praga hasta Berlín (el Death Train o Tren de la Muerte tendrá su propio post, no os preocupéis) llegamos hasta Berlín. Si no recuerdo mal, yo iba con mi camiseta de "la Sexta" que ponía algo así como "Tiki Taka", lo cuál hizo que en la estación de Praga nos hablaran unos en español sin haber soltado nosotros ni una palabra con ellos. Llegamos a la pedazo estación que había en Berlín (enoooooorme) y hablamos con una señorita que nos dijo que metro teníamos que coger hasta nuestro albergue, que creo que fue el más barato de todo el viaje. Nos montamos en el metro, del cuál me enamoré, y al llegar al albergue conocimos al recepcionista mariquita que rebautizó al Marín como brasileño, así que pasó a conocerse como "Navão Dos Santos". Además, se río del nombre del Iñaki cuando le enseñó el DNI: "Igggggggnaaasiooooooooooooooooo???????????". Por suerte yo me libré de la quema, porqué me hice amigo de él y le iba a preguntar cosas.

Después de ducharnos para quitarnos el sudor que nos vestía el cuerpo, si no recuerdo mal fuimos dando un paseo por la zona comunista (que era en la que nos alojábamos, en Frankfurter Tor, la Puerta de Frankfurt y yo con estos pelos), donde vimos los famosos muñequitos chulis de los semáforos y de allí hacia el East Side Gallery, el "trocito" de muro superviviente de Berlín. Y digo trocito porqué había un buen pero buen cacho, cosa de kilometro y medio o dos.


Muñequito chuli


It's just another break Marín in the wall

Así nos fuimos acercando progresivamente hacia la civilización, porque había calles en el camino que estaban totalmente vacías... hasta llegar a la Alexander Platz, que es uno de los centros neurálgicos de todo Berlín. Allí estaba el City Bistro, el lugar donde comeríamos, si no cada día, casi cada día en Berlín, lo que propició que no pudiéramos salir la última noche en Berlín porqué a servidor se le indigesto el currywurst. Además, cerca de allí estaban los ayuntamientos de la ciudad, uno rojo super chulo, y unas fuentes, una iglesia (rebautizada iglesia de la cerveza, ya que el Iñaki dijo "¿Cómo no te van a dejar entrar con cerveza? ¡Si estamos en Alemania!") en la que asistimos a una misa que al Iñaki le pareció bastante graciosa, más que nada porqué iba taja.


El tío de la fuente era Napoleón, creo, y de fondo el ayuntamiento rojo


Typical spanish

Después fuimos a la plaza de las catedrales a pegarnos un remojoncillo en la fuente, una delicia que todos debéis probar si váis a Berlín en verano. Las catedrales, también muy chulas, las dejaríamos para visitar otro día, que a esas horas de la tarde ya estaban cerradas. Andando andando, nos hicimos todo el paseo de Unter der Linden hasta la Puerta de Brandemburgo, que en un principio sólo el Marín quería ver pero que nos acabó enamorando a los tres. La verdad es que es una putada que no hubieran estaciones de metro ni remotamente cerca de allí y que tuvieras que pegarte una pateada de casi un kilometro para poder verla, pero vale la pena. Además, estaban haciendo una estación por allí cerca, así que espero que la próxima vez que vaya ya esté construida. Cerca de la puerta de Brandemburgo estaba el parlamento alemán, que también para esas horas estaba cerrado (¿o era domingo?). La cuestión es que volvimos allí dos días después, porqué nos fue imposible entrar. Luego cenamos en el City Bistro, donde el Marín necesitó hacerse cerca de 50 fotos para verse bien en una, una currywurst, la primera vez, pero no la última que la comíamos en Berlín.


La fotito


¡Nuevo concurso! ¿Cuál de los dos es el Iñaki?


Brandenburgerking Tor

Al día siguiente, nos dirigimos de nuevo hasta Alexander Platz, ahora en metro, donde pudimos comprobar (diría que lo hicimos la noche anterior, pero no estoy seguro) el sonidito del "Uuuuuh Uuuuuuh", que promocionaba un espectáculo de teatro de vampiros.



Después del impás, volvemos al hilo principal. Esa mañana visitamos la isla de los museos de Berlín (aunque no entramos en ninguno, no estaba el dinero para tirarlo), y después fuimos a visitar otra parte del muro, dos paredes que había en medio de una plaza y que eran una mierda (mea culpa) y luego una exposición sobre los nazis en Berlín, que era tremendamente interesante (os la recomiendo a todos), pero con la calor que hacía estuvimos a punto de morir achicharrados. "Topografía del Terror" se llamaba... terror absoluto sentimos nosotros con esa calor.

Después de comprarnos de nuevo y por error una botella de "agua frizzante" que el Marín intentó "desfrizzar" y que acabó sabiendo a suero, volvimos a la Alex (así es como la llaman los alemanes guays, que me he informado), allí comimos probablemente (no recuerdo) y luego por la tarde ya empezamos a tirar, otra vez desde allí, hasta el monumento a los rusos que había en un parque que estaba pasando la puerta de Brandemburgo, osea un paso de la ostia, que hizo crecer bullofas en mis pies y hizo que me decantara por usar las bambas buenas al día siguiente. Durante el camino pasamos por un zoo, incluso, además de los cañones y toda la historia del monumento a los rusos liberadores de Berlín (todo en ruso, eso sí, no había quien tuviera cojones a leerlo). Aparte, pasamos por un parque muy bonito, donde encontramos una de esas curiosidades de la vida, y es que en un mismo parque había a un lado una barbacoa de un grupo de nudistas, allí con todas sus vergüenzas al aire, y al otro lado una barbacoa de islámicos, con las niñitas con el burka jugando al freesbee... curioso para España, pero se ve que es de lo más normal que te puedes encontrar en Berlín. También recuerdo ver el primer día un punki vestido con una falda rosa de vieja, con tirantes y sin camisa, una cresta rosa bebiendo cerveza en un banco en medio de la ciudad... Berlín, Berlín... (¿Alguien miraba esa serie? Yo miraba "Turc per principiants", que estaba chulo).


¡Mira qué cañón tengo, nena!

Y bueno, como me acabo de dar cuenta que estoy escribiendo demasiado y que nadie se lo va a leer, voy a empezar a subir el ritmo. Al siguiente día volvimos al parlamento alemán, pero la famosa cubierta superior estaba siendo limpiada... así que no la podimos visitar. Por lo demás, todo bastante chulo, nos hicimos algunas fotos patrióticas. Después, y tras haber consultado yo esa mañana con el recepcionista mariposilla dónde había una playa artificial en Berlín, que habíamos visto en un programa de "la Sexta" que hizo el Luisma, nos mandó al culo del mundo: total, que cuando llegamos aquello no era lo que habíamos visto por la tele, pero realmente era una playa artificial, llena de padres con sus retoños y con un supertobogán en medio del agua, por el que el Iñaki y yo nos tiramos unas cuantas veces (había que pagar entrada a la playa, pues ya que estamos nos tiramos unas cuantas veces... el rancio del Marín sólo se tiró una). Después de ver el Iñaki y yo al triunfador del viaje, que era un pavo que estaba ligando con dos tías alemanas a la vez, nos fuimos a comer una pizza, por 5 euros a un bar que había allí. Muy baratito y bastante bueno, aunque es verdad que la masa era muy finita. Acto seguido echamos unas partidas al super ajedrez gigante que había por allí también, una partida en la que el Marín se aprovechó de la poca comunión que existía entre los K's para darnos una épica paliza en la peor partida de ajedrez que se debe haber jugado nunca jamás.


Ich liebe Deutschland!


Con lo diver que era...

Fuimos a visitar una cosa que nos había quedado (no estoy seguro de lo que era, sinceramente) y luego dispuestos a salir aquella noche nos tuvimos que quedar en el hotel bebiendo Franziskaners y jugando al futbolín con unos norte-americanos, dado que yo me había puesto muy malito en el mismo momento de salir del hotel y tuvimos que volver. Por esa razón, hay que volver a Berlín: para salir de fiesta.


City Bistro: el Iñaki ligó, pero que haga un post él, si quiere contarlo...

Y ya está, ha salido un post bastante largo, pero para hacer casi un año que no escribo nada, no está nada mal, ¿no?

Next time on DS: Death Train

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Noodles en Praga: ¡con dos boles!

Como de esta parte no hay fotos, porque no-sé-quién no me dejó hacer (aunque tampoco estaba yo muy en condiciones de hacerlas), pues lo explicaré...

Resulta que nuestra segunda noche en Praga fue algo rara. Antes de volvernos al hotel, pasamos por nuestros amigos chinos a comprar la cena de esa noche y algo para hacer para el tren del día siguiente. Hice para el tren arroz, en bolas (que se destrozaron en el tren de la muerte, aún desconozco el porqué) y para la noche me había comprado un bol de noodles precocinados, de esos que les metes agua caliente y a comer. Pues bien, resulta que después de dos bocados de aquellos noodles, de ver mi boca ardiendo terriblemente por lo que llegaban a picar, lo dejé apartado y comí un poquito del lomo que llevábamos, lo justo para que un par de cervezas y un poco de super-calimocho praguense me dejaran KO apenas un par de horas después. El Iñaki y el Marín comieron una especie de pasta asiática rara, que probé y estaba buena.

Pues como ya dije, nos decidimos a salir esa noche en el bar que había allí en el hotel: el futbolín era una mierda, para qué nos vamos a engañar, y entonces decidimos tirarnos a la bebida. Después de unas cuantas cervezas y algún que otro cóctel raro, llegó el momento del super-calimocho, y es que en Praga la proporción de vino que se le echa al calimocho es de un 90% por vaso, así que te puedes imaginar cómo estaba aquello... Pero el Marín, ni corto ni perezoso, se bebió en dos tragos lo que yo no había sido capaz casi ni de probar, por lo fuerte y cargado que estaba. Así pues, estaba claro que tenía que llegar un momento de esos que recuerdas toda tu vida.

Al volver a la habitación y debatir sobre si (si eres la Ana deja de leer... ¡aquí!) debíamos decirles a las de la habitación de al lado que si querían juerga nocturna (ya puedes volver a leer, Ana) a alguien se le ocurrió la magnífica idea de preparar aquel segundo bol de noodles que yo había comprado, de la misma marca que los primeros, por tanto, picantes hasta la muerte. Obviamente hablamos de un pusilánime que desprecia su existencia. Pues ni cortos ni perezosos, sino más bien borrachos preparamos los noodles con un poco de agua calentita.

Llegó el momento de la verdad: yo, me había borrado de esta apuesta; aún no estaba lo suficientemente borracho como para haber olvidado el sufrimiento de la cena. Pero el Iñaki y el Marín querían demostrarse mútuamente su hombría, mismamente si las buenorras de la habitación de al lado no estaban delante. Así que la apuesta fue de la siguiente manera: se trataba en comerse los noodles, una cucharada cada uno, sin poder beber ningún tipo de líquido.


¡Ñam, ñam!

Ya después de la primera palada se empezaron a ver caras de sufrimiento, que se hicieron más intensas con todas y cada una de ellas. El sudor, el dolor y el peso físico y psicológico que significaba terminarse aquel bol de noodles era estremecedor. Pero cuando llegaba la recta final... ¡un desafortunado accidente hizo caer el bote! ¡NO! ¡HORROR! ¡La hombría se iba a ver manchada! Hasta que, con un valor fuera de lo común, Marín, el autor de la caída del vaso de noodles tomó una determinación: "¡Pues me bebo un chupito con el caldo que queda!". Dicho esto, y bebido el correspondiente chupito, no nos quedó más que inclinarnos ante el verdadero macho ibérico, capaz de resistir unos noodles mortales... ¡y encima enchufarse un chupito con el caldo!

Más tarde, y ya después de haber probado algo líquido (no era cuestión de terminar en el hospital...) la noche parecía seguir por los mismos derroteros, cuando en un acto de valentía a nuestros gallardos héroes se les ocurrió que podían seguir la apuesta comiendo pan con salsa picante de doritos. Pero la sorpresa fue que la salsa picante tampoco lo era tanto. Aparte, al día siguiente había que tomar un tren, por lo tanto... Nos fuimos a dormir, algunos bien seguros de su merecido honor.

¡Salve a los héroes del DS!

PD: ¡ya hicimos el sorteo de las postales! Próximamente colgaremos el vídeo para que veáis que no hay trampa ni cartón. ¿Quién habrá sido la ganadora?

PD2: La pregunta del nuevo concurso:
¿Cuál era el manjar favorito de los paten?

domingo, 4 de noviembre de 2007

Regreso al Futuro y Praga

Bueno, sé que queda mal volver a escribir después de tanto tiempo, porqué hacía casi tres meses que este blog no se actualizaba, así que la gran mayoría pensásteis que había muerto (el blog, no yo... o igual algunos pensásteis que yo había muerto, pero es 100% falso, sigo vivito y coleando).

Razones para no actualizar: básicamente la perrería, pero también que he tenido un comienzo duro en la universidad, otra vez, y ahora después de parciales he encontrado un hueco para escribir. Ten en cuenta que estudio, llevo un equipo de básquet, llevo adelante un fansub yo solo (http://monf.blogspot.com, ya que estamos hago publicidad) aparte de los nuevos proyectos que empiezo, como mi novela online (planeo hacer algo como Yoli/Yui, pero mantenerlo activo por lo menos durante algo más de dos semanas) y bueno, el hecho de que yo también tengo una vida privada que mantener (no demasiado interesante, pero vida al fin y al cabo).

Y para conmemorar la vuelta al blog, hoy os voy a hablar sobre Praga. Pues veréis, Praga es una ciudad básicamente plagada de españoles, nada más llegar allí te das cuenta que oyes a más gente hablando español que hablando checo, que es un idioma muy difícil que se habla en la República Checa. Bien, llegamos allí por la tarde, después de montar en un tren en un compartimento con dos canadienses, la madre y la hija, bastante peculiares... Yo me senté al lado de la niña, que llamaremos a partir de este momento Jodía-niña. Pues la Jodía-niña tenía un diario en el que por cada parada en su viaje escribía tres veces lo que hay escrito en este blog, es decir, que no estaba haciendo un pequeño diario de viaje como el que yo hice sino que estaba haciendo un libro, supongo que para enseñárselo a algún aburrido canadiense de vuelta a Canadá. Cuando se cansó de escribir (y cuando me jipió mirándole lo que ponía, que vi que decía "el vagón está lleno de punkis, ¡qué asco!", siendo los punkis nosotros, probablemente porqué llevábamos algunos días sin afeitarnos ni ducharnos, costumbre nada sana pero muy nuestra) se puso a leer a Harry Potter para hacer movimientos gays de mano como si llevara una varita, que yo no vi porqué estaba dormido, creo...


La estación de destino

Bueno, llegamos a Praga con mucha calor, después de haber salido de un Munich muy frío, así que íbamos abrigados hasta arriba y por poco morimos al llegar a la estación principal. La estación se caía a cachos, para qué negarlo. La cara del Marín en aquel momento no tenía desperdicio, era una especie de "estoy en el tercer mundo" que se concretó con su comentario "esto es el tercer mundo". Después de cambiar algo de mi dinero en la taquilla de cambio más cercana (la moneda oficial es el bicharrangano checho, según el Iñaki, o sino también vale el dinar) nos dirigimos a compar el billete de metro y tranvía para llegar a nuestro hotel. La situación fue bastante cómica, porque cuando le dije a la taquillera que si hablaba inglés me dijo que no, ídem con francés y yo me estaba quedando sin idiomas... pero resultó ser que la buena mujer hablaba español. Un cachondeo, lo que yo te diga.

Después de los viajes en metro y tranvía, llegamos a nuestro hotel, el Dizzy Daisy. A pesar del nombre, la habitación era genialísima, junto con la de París, creo que la mejor que hemos pisado en el Interrail. Nos duchamos para no encontrarnos más con chicas que nos llamaran punkis, pero eso de afeitarse... habría que esperarse unos días más. Así, salimos a la calle, para explorar una nueva ciudad europea. Pero resulta que, oh cielos, el mapa lo tenía yo, así que acabamos yendo en la dirección opuesta a la que debíamos, pero eso nos permitió ver hoteles más lujosos que el nuestro, como el Hotel Tokyo, una casa okupa con un graffiti en la puerta que ponía "Hotel Tokyo" con una caligrafía más que discutible. Después de dirigirnos en la buena dirección, llegamos al meollo de Praga, un lugar que, para ser fin de semana, estaba totalmente vacío. Caminamos y caminamos... y todo vacío, ni un pobre alma en pena por la calle. Serían las 7 de la tarde o algo así, pero no vimos a nadie... hasta que llegamos al centro centro. Entonces las calles se llenaron de gente, colorido y casas realmente bonitas. Nos hicimos algunas fotos con sus correspondientes "Can you...?" para ligar, que no pasaron más que de unas risas que nos echamos.


La habitación (y el Iñaki)


Es en la que salimos mejor... y yo salgo con cara de psicópata y el Iñaki con cara de asustado.


Nos queríamos ligar a las chicas que nos echaron la foto, pero...

Después, dimos unas cuantas vueltecitas por el centro, donde el Iñaki cambió dinero y le timaron (¡1 euro!). Timo en mano, y postales en el bolsillo, nos volvimos al hotel, no sin antes pasar por una tienda de comestibles de chinos, donde todo valía pocos bicharranganos, así que cargamos algo de comida. Al llegar al hotel, hicimos unos tallarines a la carbonara que habíamos comprado en Venecia (que por las ansias de comer de uno de los integrantes del DS se quemó la olla donde los hicimos, y anda que no costó lavarla...) y después bajamos a la sala de los ordenadores, donde hicimos nuestra única entrada desde el extranjero en el blog.

A la mañana siguiente, salimos dispuestos a comernos Praga con patatas (o sola, pero a comer, vaya...). Fuimos al castillo de Praga, con su catedral de San Vito (si, si, el del baile) donde pasamos una calor mortal, para luego bajar de nuevo al centro para acabar de visitarlo, donde seguimos pasando una calor mortal. Pasamos por el puente sobre el que se suicidó el confesor de la Reina (la Reina se ve que tenía un affaire extramatrimonial y él lo sabía y no sé por qué razón lo acabaron tirando desde el puente) y allí habían estatuas de él, muerto con un ¡casquet volador! La foto no tiene desperdicio.


Tant de bo els meus soooomniiiiis eeeees fesin realitaaaaat...


El Castillo de Praga


Bonita vista desde arriba de la ciudadela del castillo


Catedral de San Vito (lalalalala)

Después tuvimos una de las broncas del viaje, a la hora de comer. Y es que yo pensaba que alejándonos del centro de la ciudad todo valdría más barato y, puesto que nuestra economía no estaba para tirar cohetes, me hicieron caso. Pero había hambre, y cuando se abre el estómago, no atiende a razones, y al comprobar que mientras más nos alejábamos del centro menos sitios abiertos había (por no decir ninguno) y que teníamos que volver sobre nuestros pasos, la situación empeoró. Después de volver al centro y comprobar que, efectivamente, no teníamos dinero para comer en algún restaurante céntrico, acabamos comiendo en la calle, al lado de un puesto de pizza ambulante, en el que el dependiente y yo intercambiamos montones de insultos cada uno en un idioma desconocido para el otro (le dije "English?" "No, afghanistanish!" y empezó a soltar una palabrería rara en checo... así que me cagué en sus muertos un rato). Comimos y allí formamos nuestro segundo ejército mortal: las palomen.



Después de comer nos dirigimos de nuevo al centro, para comprar algo fresco para beber y continuar nuestro viaje, hasta que dimos con el Beer Factory, probablemente uno de los mejores bares que hayamos en nuestra travesía interrailera: mesas con tu propio tirador de cerveza Pilsner Urquell... ¡a 29 bicharranganos el medio litro! (1 euro = 30 bicharranganos) Cayeron aquí unos litrillos de cerveza y ya contentos fuimos a tumbarnos un poco en la hierba que había cerca del Museo de Praga (pasamos al lado de todos los museos de todas las ciudades que visitamos, pero sólo fuimos a uno...). Después, volvimos a los chinos a comprar provisiones para el viaje, ya que al Marín le sobraban un buen puñado de bicharranganos, y volvimos al hotel, cargados básicamente de guarreridas checas: patatas, cacahuetes y demás...


Iñaki & Fer @ Beer Factory

Hay que explicar que la habitación de Praga era muy grande, pero compartíamos baño y cocina con los de al lado. Pero como no les habíamos visto hasta entonces, pensábamos que eran seres que no existían, y que no teníamos compañeros. Pero mientras yo estaba semi-desnudo preparando la comida del día siguiente y el Marín estaba en la cama con el Iñaki semi-sentado encima suyo, aparecieron por la puerta dos alemanes de dos metros cada uno a los que se les salieron los ojos de las órbitas al ver semejante escena y que, por tanto, salieron raudos a recogerse. Aún nos seguimos riendo de ese día.

Luego, nos pusimos a hacer la cena de esa noche. Nunca olvidaré los nooddles que compré en los chinos, más que nada porqué no pude comer más de cuatro cucharadas seguidas: picaban más que nada en este mundo, así que apenas cené un trozo de pan con lomo que teníamos por allí. Después bajamos al bar que tenía el hotel, puesto que el centro estaba demasiado lejos como para volver y habíamos andado bastante, ese día. En el bar, pues, nos pillamos otras tres cervecitas (de medio litro, como hombres bragados que somos) y después unos cubatillas (o cocktails) para hacer pasar. Aparte jugamos unas partiditas al "futbolín" que había allí, comprobando que no hay buenos futbolines lejos de España. Mención aparte merece el calimotxo que me pedí, que según los checos no está bueno si más de tres cuartos del vaso no son de vino. Total, que aquello no había quien se lo bebiese y menos sin haber cenado casi nada, como era mi caso. Así que, allí lo dejé, pero como dejar cosas está mal, pues el Marín se lo bebió en dos tragos. Lo que pasó a partir de entonces merece casi un post para este asunto, así que lo mantendremos en vilo hasta entonces.


Con banderitas de... ¡¿Estonia?!

Y bueno, a la mañana siguiente y con algo de resaca nos levantamos para dirigirnos al tren que nos llevaría hasta Berlín, sin saber entonces qué nos estaba esperando en ese tren, conocido ya por todos los integrantes del DS como "el tren de la muerte". Pero eso irá en el post de Berlín, así pues tendréis que esperar. Pronto intentaré traeros el post sobre lo que pasó aquella noche después de que el Marín se bebiese el calimotxo/vino de dos tragos.

Sobre el concurso: créetelo, pero aún no hemos hecho el sorteo, fíjate. Y no nos ha faltado tiempo, nos ha faltado memoria. En cuanto lo hagamos, comunicaremos los resultados.

Sobre el nuevo concurso: ¡nueva pregunta! ¡No pasa nada por responder más tarde, el que primero responde tiene más puntos, pero el que responde después también tiene! La pregunta es... ¿Cómo se llamaba la estación de vaporetto que atravesamos en el vídeo de nuestro viaje?

viernes, 14 de septiembre de 2007

¡Se acabó el concurso!

Bueno, pues después de deliberaciones y, habiendo decidido invalidar tres comentarios que no aportaban nada (los tres de la misma persona), la clasificación general de las postales y los comentarios queda así:

1. Andrea
2. Montse
3. bee_sweet (perdón, pero yo no me sé tu nombre...)

Así que felicidades a la ganadora, ya quedaremos en algo para que puedas recibir tu "fastuoso lote de postales" firmado personalmente por todos los miembros del DS. Para la segunda y tercera clasificada pues bueno... pensaremos en algo, por eso de que tres es un bonito número y tal (y que os tenemos aprecio y agradecemos que hayáis comentado, mucha gente lee y no escribe nada... ¡y no miro a nadie!).


CRASO ERROR: me comenta el que propuso la prueba que ¡por cada comentario una papeleta en el sorteo de las postales! Es decir, el sorteo, que se hará efectivo la próxima semana, decidirá al vencedor o vencedora (vencedora, más que posiblemente) del concurso. ¡Pido perdón por el fallo!

Bueno, y para que sigáis comentando, comenzamos otro concurso (que lo hago sin la aprobación de mis compañeros, pero no creo que tengan ningún tipo de inconveniente en que lo haga), que consistirá en que haremos preguntas sobre cosas puntuales de nuestro viaje y tendréis que responder, a ver quién está atento y quién lee.

La primera pregunta que os hago es: ¿cómo se llamaba el parque muniqués con pagoda china que el DS no pudo visitar a causa de la lluvia?

Haremos preguntas hasta que lleguemos al primer post sobre la última ciudad que visitamos, París. Es decir, tenéis unas cuantas oportunidades para responder. Obviamente, gana quien conteste primero. El premio: no está muy claro, puesto que me acabo de inventar el concurso ahora mismo, pero estaría bien que el ganador o ganadora invitara al DS a una noche de fiesta (a mí me parece un buen premio, no todos los días se está con tres pedazo de hombretones de los pies a la cabeza). Sino, pues sobre la marcha improvisaremos algo, alguna foto firmada o yo que sé...

¡Hasta el próximo post!

domingo, 2 de septiembre de 2007

Churri-post

Bueno, es sólo para decir un par de cosillas, que por los comentarios se ve que no habían quedado muy claras.

Una: los canguros se llamaban canguros porqué eran australianos y, como bien dice mi compañero, todos los australianos son canguros.

Dos: fue el Marín y no el Iñaki quien le puso Son Goku a Son Goku, así que todos los cumplidos para él.

Tres: de Yajirobai ya hablamos en el post sobre Munich, pero sólo ligeramente. Fue el armario ropero que llegó a la habitación a las 6 de la mañana y pretendía que el Iñaki abandonara su cama, puesto que estaba ocupando dos, una él y otra sus cosas, pero iba tan morao y dormido que no se dio cuenta. La escena fue algo así.


Representación fiel: 40 toneladas al servicio del metal

De momento nada más, a ver si un día me animo y hago el post de Praga. ¡Ala! ¡A volar la cometa!